miércoles, 25 de enero de 2012
CRIANDO NIÑOS BURBUJA
Al príncipe Gautama (Buda) le ocultaron el sufrimiento del mundo en sus primeros años pretendiendo que fuera feliz. Le ocultaron la vejez, la enfermedad y la muerte. La leyenda cuenta cómo salió de su piadoso engaño al divisar en los límites de su jardín ideal a un viejo, un enfermo y un entierro. Mucho después, buscando explicaciones, Buda se fue a sentar debajo de un árbol hasta que recibió la Iluminación y lo entendió todo.
Pese al final de la historia, a muchos aún les sigue tentando el mantener a sus niños alejados de cualquier dolor.
Y los tiempos ayudan a desiluminar al Iluminado: Ni ver, ni oír, ni hablar.
Para no ver, nada como hipnotizar los ojos mediante pantallas, de videojuegos, o series de televisión repetitivas, controladas y previsibles. Jamás se posarán sus ojos sobre problemas, personas, situaciones que les requieran alguna compasión, alguna crítica, algún cuidado.
No oír es más que probable cuando se taponan los oídos con auriculares de músicas más o menos adictivas, pero que cumplen la misión de no dejarlos escuchar los sonidos de su propia vida, si es que tienen una, las palabras de sus amigos, de sus padres, de aquellos a quienes les importan, la música inesperada de la propia historia.
Y el no hablar está conseguido, al dejarle utilizar tan sólo -bajo pena de ridículo- unas pocas docenas de palabras, cuanto más cortas mejor y siempre las mismas. Así nunca darán su palabra a nadie, ni un aliento, ni una observación crítica, ni su propia e irreemplazable canción.
Buda vio un viejo y preguntó por la vejez, y pensó en ella. Ahora los viejos no se ven, porque están en los asilos. Y en la tele no salen, ni en las canciones, ni en los videojuegos. Lo mismo pasa con los enfermos; y la ocultación de los muertos ha llegado más lejos todavía: a convertirlos en leyendas de zombies y vampiros.
Lo peor de todo es el convencimiento que se les queda de que es así como quieren vivir, ese es el estado del bienestar, el sueño de occidente, el "todo resuelto".
"Bultos con ojos" nos decían los maestros para reñirnos hace cincuenta años. Tachemos lo de "ojos".
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