viernes, 26 de marzo de 2010

POESÍA PURA, POESÍA OSCURA

"¡Qué hueco tan robado
el de este vano cielo
que nada al alma pone,
ni nada quita al cuerpo!"


Esta mañana, en sexto B, leyendo poemas de Juan Ramón Jiménez, hemos dado con este. Nos hemos quedado bastante perplejos. ¿A qué se refiere? ¿Hueco de qué? ¿Qué será lo que no pone ni quita? ¿Por qué se llama Zinc? ¿Por qué robado?

En esos misterios hemos reflexionado proponiendo respuestas insatisfactorias. Así que echamos las redes en la red, sin mucha esperanza pero con gran deseo de que alguien quiera compartir con nosotros sus deducciones.

Ánimo y comentad.

jueves, 25 de marzo de 2010

ANTONIO Y MANUEL MACHADO

Aquí tienes dos estrofas tomadas de dos poemas distintos, bastante más largos, que vale la pena leer completos: uno de Antonio Machado (Retrato) y otro de Manuel Machado (Adelfos)
Las dos estrofas son serventesios (rima en consonante ABAB) de versos alejandrinos (14 sílabas)
En ambas estrofas cada uno de los poetas apunta un poco su actitud ante la vida.


De Antonio Machado:

"Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habito,
el pan que me alimenta y el lecho donde yago"

De Manuel Machado:

"Nada os pido. Ni os amo ni os odio. Con dejarme,
lo que hago por vosotros , hacer podéis por mí...
¡Que la vida se tome la pena de matarme,
ya que yo no me tomo la pena de vivir! ..."

Podéis hacer comentarios.

martes, 23 de marzo de 2010

GARCILASO DE LA VEGA



Este cuadro representa al poeta Garcilaso de la Vega (Toledo, 1503 - Niza, 1536), autor del texto siguiente, que hoy hemos visto en clase.

Pronto se nos acabó el tiempo, pero podéis seguir dando vuestras opiniones en los comentarios de esta entrada.


- Soneto XXIII -


En tanto que de rosa y azucena

se muestra la color en vuestro gesto,

y que vuestro mirar ardiente, honesto,

enciende al corazón y lo refrena;


y en tanto que el cabello, que en la vena
del oro se escogió, con vuelo presto
5

por el hermoso cuello blanco, enhiesto,


el viento mueve, esparce y desordena;


coged de vuestra alegre primavera


el dulce fruto, antes que el tiempo airado 10

cubra de nieve la hermosa cumbre.


Marchitará la rosa el viento helado,


todo lo mudará la edad ligera,


por no hacer mudanza en su costumbre.



lunes, 22 de marzo de 2010

OLIMPÍADA MATEMÁTICA THALES


Este curso es la primera vez que nuestro colegio toma parte en la Olimpíada Matemática Thales, y el grupo de alumnos seleccionados, de las dos clases de sexto, acompañados por Pepe, el maestro de apoyo, fueron el sábado por la mañana a demostrar su habilidad, o a probar suerte, o ambas cosas.
En cualquier caso nos alegramos de haber empezado a participar y esperamos que no sea la última vez.
Este grupo de "matemáticos" se ha estado entrenando con mucho entusiasmo, durante las últimas semanas, en la biblioteca, con el maestro que los ha acompañado.
Después de la experiencia se muestran contentos de su trabajo e ilusionados por su participación.
Ojalá los seleccionen, y, aunque así no fuera, felicidades de todas formas.

jueves, 18 de marzo de 2010

lunes, 15 de marzo de 2010

JUEGOS DE SINTAXIS

Pinchando en el título de esta entrada podéis realizar algunos juegos que os sirvan para repasar lo más elemental de la sintaxis.

viernes, 12 de marzo de 2010

MIGUEL DELIBES "EL CAMINO"


"Las cosas podían haber sucedido de cualquier otra manera y, sin embargo, sucedieron así. Daniel, el Mochuelo, desde el fondo de sus once años, lamentaba el curso de los acontecimientos, aunque lo acatara como una realidad inevitable y fatal. Después de todo, que su padre aspirara a hacer de él algo más que un quesero era un hecho que honraba a su padre. Pero por lo que a él afectaba…

Su padre entendía que esto era progresar; Daniel, el Mochuelo, no lo sabía exactamente. El que él estudiase el Bachillerato en la ciudad podía ser, a la larga, efectivamente, un progreso. Ramón, el hijo del boticario, estudiaba ya para abogado en la ciudad, y cuando les visitaba, durante las vacaciones, venía empingorotado como un pavo real y les miraba a todos por encima del hombro; incluso al salir de misa los domingos y fiestas de guardar, se permitía corregir las palabras que don José, el cura, que era un gran santo, pronunciara desde el púlpito. Si esto era progresar, el marcharse a la ciudad a iniciar el Bachillerato constituía, sin duda, la base de este progreso.

Pero a Daniel, el Mochuelo, le bullían muchas dudas en la cabeza a este respecto. Él creía saber cuanto puede saber un hombre. Leía de corrido, escribía para entenderse y conocía y sabía aplicar las cuatro reglas. Bien mirado, pocas cosas más cabían en un cerebro normalmente desarrollado. No obstante, en la ciudad, los estudios de Bachillerato constaban, según decían, de siete años y, después, los estudios superiores, en la Universidad, de otros tantos años, por lo menos. ¿Podría existir algo en el mundo cuyo conocimiento exigiera catorce años de esfuerzo, tres más de los que ahora contaba Daniel? Seguramente, en la ciudad se pierde mucho el tiempo –pensaba el Mochuelo– y, a fin de cuentas, habrá quien, al cabo de catorce años de estudio, no acierte a distinguir un rendajo de un jilguero o una boñiga de un cagajón. La vida era así de rara, absurda y caprichosa. El caso era trabajar y afanarse en las cosas inútiles o poco prácticas.

Daniel, el Mochuelo, se revolvió en el lecho y los muelles de su camastro de hierro chirriaron desagradablemente. Que él recordase, era esta la primera vez que no se dormía tan pronto caía en la cama. Pero esta noche tenía muchas cosas en que pensar. Mañana, tal vez, no fuese ya tiempo. Por la mañana, a las nueve en punto, tomaría el rápido ascendente y se despediría del pueblo hasta las Navidades. Tres meses encerrado en un colegio.

A Daniel, el Mochuelo, le pareció que le faltaba aire y respiró con ansia dos o tres veces. Presintió la escena de la partida y pensó que no sabría contener las lágrimas, por más que su amigo Roque, el Moñigo, le dijese que un hombre bien hombre no debe llorar aunque se le muera el padre".


Así empieza "El Camino", de Miguel Delibes, el escritor que ha muerto hoy, uno de los mejores del último siglo. Este es un libro que vale la pena leer, ahora y dentro de muchos años.

martes, 9 de marzo de 2010

¿ISLA O CONTINENTE?




Esa fue la ansiosa pregunta que se hicieron los protagonistas de “La Isla Misteriosa” (novela de Julio Verne) después de que un naufragio los arrojara en una costa desconocida.

Porque de la respuesta dependía TODO. ¿Estaban solos? ¿O no? ¿Podían esperar ayuda? ¿O se las tenían que arreglar? ¿Alguien llegaría a rescatarlos? ¿O se morirían de viejos al cabo del tiempo, abandonados a su suerte? ¿Les daría tiempo a construir alguna civilización con los restos de su memoria y de su barco?

Nenicos, leed el libro. Y mientras tanto, intentaré contestar a la famosa pregunta que me hacéis algunos.


¿Para qué sirve la sintaxis?


Unos dicen que para aprobar Lengua. Eso depende de los maestros de Lengua.

Otros dicen que la sintaxis es como la música. Sirve para disfrutar de la melodía del lenguaje. (Pero no hace falta saber solfeo para que nos guste escuchar música)

También es comparada con los juegos que sirven para ejercitar la mente: los crucigramas, los sudokus…

O, como actividad de análisis, sirve para estudiar el lenguaje por dentro, cómo está hecho, cómo funciona. (Tampoco es necesario saber cómo es el motor por dentro para conducir un coche)

Tiene algo de matemáticas, con palabras en vez de números.

La sintaxis enseña a pensar. Pone en funcionamiento los mecanismos que nos explican las relaciones de unas palabras con otras.

Eso es lo bueno. Si aprendemos a distinguir los sujetos de los predicados quizá en la vida sepamos diferenciar también las verdades de quien las dice y las mentiras de sus portavoces, muchas veces inocentes.

Si aprendemos a reconocer los núcleos en los sintagmas tal vez podremos reconocer lo esencial de las cosas y no dejarnos equivocar por lo accesorio.

Sabiendo separar el atributo del sujeto ¿seremos capaces de distinguir las acusaciones del acusado?

Y, conociendo los verbos transitivos e intransitivos, ¿podremos alguna vez hacer algo por otro distinto de uno mismo? ¿O reconocer cuándo nuestros hechos sólo son reflexivos o recíprocos?

Los complementos circunstanciales quizá nos enseñen algún día realismo y precisión, tanto en lo que hagamos como en lo que digamos.

De la voz pasiva… hablaremos otro día.

Las palabras no son islas. Andan todas ellas enredadas en múltiples relaciones. Como la gente. Por fortuna.





miércoles, 3 de marzo de 2010

ARGUMENTOS

EL ENJAMBRE Y LA COLMENA

Un día de primavera, en clase, mientras corregíamos unas cuantas frases sintáctica y morfológicamente, surgió una duda, que verdaderamente me afectó bastante a mí, y a mi compañero José Antonio, que compartíamos la misma idea sobre la resolución de ese pequeño problema. La causa de la tan mencionada duda, fue que, al corregir la parte morfológica llegamos a la palabra “colmena”. La cuestión era la siguiente:
Una gran mayoría de la clase, aparte de la profesora misma, pensaba que morfológicamente hablando, colmena era un sustantivo colectivo, pues esta palabra definía un grupo de abejas; pero la parte restante de la clase, en la que estaba yo incluido, pensaba que el sustantivo colmena era el hogar donde habitaba el grupo de abejas, por tanto nuestra idea era que esta palabra era un nombre individual, y que verdaderamente la palabra que podía significar a la perfección un grupo de abejas era “enjambre”.
Así pues, comenzó un pequeño conflicto entre la parte que estaba con la idea de la profesora, y entre la otra que estaba de parte de la mía y de la de José Antonio, que eramos los cabecillas del grupo.
La profesora, como signo de verificación de que su forma de pensar era la correcta sin duda, preguntó a un grupo de profesoras, de las cuales algunas pensaban como ella, otras al contrario, e incluso algunas pensaban que las dos ideas eran válidas.
Pero yo, sabiendo que algo de razón podía llevar, al llegar a mi casa, busqué y busqué en los diccionarios y enciclopedias, para demostrar a la profesora, que podría ser que yo no fuera un profesor experimentado ni ningún catedrático de literatura, pero sabía que entre tantas hojas podía conseguir unos cuantos argumentos con los que basarme en mi razón.
Y así lo hice. Al día siguiente aparecí en clase con dos diccionarios y una enciclopedia, aparte de que en mi cabeza tenía guardados unos cuantos argumentos muy válidos. Eran los siguientes:
-Según el diccionario, la palabra “colmena” era el recipiente de madera o corcho que sirve de habitación a un enjambre de abejas.
-La palabra “enjambre” según dice el diccionario es un grupo de de diez mil a treinta mil abejas obreras con su reina o maestra, que abandonan una colmena demasiado poblada y forman una colmena nueva.
-Ninguna palabra derivada de colmena podía referirse a un grupo de abejas, aunque sí al grupo de colmenas, que sería el colmenar; así pues, estableciéndonos en las definiciones de los diccionarios y enciclopedias, no sería correcto considerar esta idea.
La profesora me escuchó atentamente, se reflejaba en su cara que le interesaba algo de lo que decía, aunque no parecía muy convencida. Cuando terminé de relatar mis argumentos, concluyó que no iba a dejar de lado su idea; pero que, tras haberme escuchado, daría por válidas las dos, es decir, que colmena es un sustantivo individual, ya que significa el recipiente donde se aloja el enjambre y, que colmena también puede considerarse como nombre colectivo, por que define a la colonia de abejas.
Así terminó todo; yo estaba bastante satisfecho de haber defendido mi forma de pensar, aunque si desde el principio no hubiera sabido que algo de razón podía llevar, no habría hecho todo esto, por que...¿quién puede llevar más razón en la clase si no es el maestro mismo?
Y...después de haber leído mis argumentos... ¿tú que piensas sobre la cuestión?

Álvaro Illescas, 6º A