martes, 28 de septiembre de 2010

DE MAESTROS CON MONTAIGNE


Extracto del capítulo XXIV de los "Ensayos" de Montaigne


Siempre me contrarió cuando niño el ver que en las comedias italianas el papel de pedante lo representaba un bufón, y el que entre nosotros la palabra pedante corresponda a la de magister.



... dice Plutarco que griego y escolar eran entre los romanos palabras injuriosas y de menosprecio.

...Mas, ¿de dónde puede nacer que las almas bien provistas de conocimientos de todas suertes no se conviertan en más vivas y más despiertas, y que un espíritu grosero y vulgar pueda poseer, sin sacar partido de ellos, los discursos y sentencias de los más exquisitos entendimientos que en el mundo hayan vivido?

Los filósofos, retirados de toda ocupación y comercio públicos, a veces han sido objeto de escarnio en las comedias de su tiempo; sus opiniones y conducta los han hecho ridículos.

... Así el vulgo los desdeña, como ignorantes de las cosas más esenciales y comunes, y como insolentes y presuntuosos.

...Envidiase a los filósofos por estar por cima de la común manera de ser, porque menosprecian los actos públicos, por haber vivido existencia singular y rara, conforme a ciertas reglas elevadas y en desuso.

...en ellos cumplíase la doble prenda de ser superiores en la ciencia y todavía más en la acción. Refiérase de Arquímedes, geómetra de Siracusa, que habiendo sido interrumpido en sus experimentos para dedicar algo de su saber a la defensa de su país, puso en juego de improviso tales máquinas de destrucción, que sobrepasaron a toda humana creencia; Arquímedes despreció, sin embargo, su obra, por creer con ella haber bastardeado la dignidad de su arte, del cual su máquina no era sino como un remedo o juguete.

...Los sacrificios y cuidados de nuestros padres no se dirigen sino a amueblarnos la cabeza de ciencia; de juicio y de virtud, contadas nuevas. Decid al pueblo de uno que pasa por la calle: «¡Ved ahí un hombre sabio!» Y de otro: «¡Ved ahí un hombre bueno!» Ni uno solo dejará de mirar con respeto al primero; mas precisaría un tercero que gritase: «¡Oh, las cabezas de mampostería!» Más nos interesa informarnos de si una persona sabe latín o griego, o de si escribe en verso o en prosa, que de si la instrucción la ha hecho mejor y más avisada; esto era lo principal, y lo convertimos sin embargo en lo secundario. Valiera más informarse de quién es el que sabe mejor, no del que sabe más.

...Echámonos de tal suerte en brazos de los demás, que aniquilamos nuestras propias fuerzas. ¿Quiero yo, por ejemplo, buscar armas contra el temor de la muerte? Encuéntrolas a expensas de Séneca. ¿Deseo buscar consuelo para mí o para los demás? Pues lo tomo de Cicerón. En mí mismo hubiera encontrado ambas cosas si en ello se me hubiera ejercitado.

...Acaso se hallará la razón de lo inútil que nos es la ciencia en que sólo la cultivan entre nosotros aquellos que pretenden sacarle provecho, a excepción de los pocos que por afición se muestran inclinados al saber.

...El principio fundamental que Platón establece en su República, consiste en distribuir los cargos a los ciudadanos conforme a la naturaleza de éstos. Esta sabia maestra todo lo puede y practica. Los cojos son inhábiles para los ejercicios corporales; los del espíritu no convienen a las almas cojas; los entendimientos contrahechos y vulgares son indignos de la filosofía. Cuando reparamos en un hombre mal calzado, nada tiene de sorprendente que se nos ocurra preguntar si es zapatero, y análogamente vemos un médico mal medicinado, un teólogo poco reformado y un sabio más incapaz que el mayor lego.

...En la hermosa educación que recibían los persas, según testimonia Jenofonte, vemos que enseñaban la virtud a sus hijos como las demás naciones les enseñan las letras.

...Es cosa digna de notarse que en la excelente y admirable legislación de Licurgo, tan perfecta y previsora, tan cuidadosa de la educación material de la infancia, que ponía en primer término desde el hogar mismo, no se haga siquiera mención de la doctrina, siendo Atenas la patria de la musas, como si aquella generosa juventud desdeñara todo otro yugo que no fuera la virtud; proveíasela, en lugar de pedagogos que la enseñaran la ciencia, de maestros que la inculcaban el valor, la prudencia y la justicia, ejemplo que Platón siguió en sus leyes.

La disciplina consistía en proponerles cuestiones, para que juzgasen de los hombres y de sus actos, y si elogiaban o censuraban a tal personaje o tal suceso precisaba fundamentar el juicio en buenas razones; de este modo, al par que afinaban el entendimiento, se instruían en el derecho.

Astyages en Jenofonte, pide razón a Ciro de su última lección. «En nuestra escuela, responde, un muchacho que tenía la túnica pequeña se la dio a uno de sus compañeros, de menos estatura, y tomó a cambio la de éste, que le estaba grande. Habiéndome nuestro preceptor hecho juez del caso, opiné que lo más pertinente era dejar las cosas en tal estado, y que los dos habían salido ganando con el cambio; a lo cual me repuso que yo había juzgado torcidamente, por haberme fijado sólo en las ventajas mutuas, siendo preciso tener en cuenta la justicia, que pide que a nadie se fuerce en las cosas de su pertenencia»; y dice Astyages que Ciro fue azotado...

...Tomaron por el atajo, y puesto que es lo cierto que las ciencias rectamente interpretadas no pueden sino enseñarnos la prudencia, la probidad y la resolución, quisieron aquellos hábiles maestros poner a sus discípulos en contacto con la práctica de la vida e instruirlos no de oídas, sino por el ensayo de la acción, formándolos y modelándolos diestramente no sólo con preceptos y palabras, sino principalmente con ejemplos y obras, a fin de que la enseñanza penetrase no solamente en el alma, sino también en la complexión y costumbres; que no fuera únicamente adquisición, sino posesión natural. Preguntando a este propósito Agesilao, sobre lo que a su entender debían aprender los niños, respondió «que lo que debían hacer cuando fueran hombres». No es, pues, maravilla que semejante educación produjera tan admirables efectos.

...En tal grado de estimación tenían los frutos de la enseñanza de la juventud, que cuando Antipáter les pidió en rehenes cincuenta muchachos, hicieron lo contrario de lo que nosotros hubiéramos hecho, es decir, que prefirieron entregar doble número de hombres ya formados.

...Sócrates se burla de Hipias cuando éste le refiere que hasta en las aldeas más pequeñas de Sicilia ha ganado buena cantidad de dinero como profesor, y que en cambio en Esparta no ganó ni un solo maravedí; por tal razón, trataba de idiotas a los de esta república, que no sabían medir ni contar, ni conocían la gramática ni la prosodia, preocupándose sólo de estar bien informados de la cronología de sus soberanos, establecimiento y decadencia de sus Estados y de otro montón de frivolidades análogas; al cabo de la relación Sócrates hacía comprender a Hipias, hasta en sus menores detalles, la excelencia del gobierno de los espartanos, la virtud y dicha de su vida privada, dejándole adivinar, en conclusión, la inutilidad de sus enseñanzas.

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